Cuerpo en la cajuela
Era muy temprano para esas ideas, pero a mi mujer nunca le parece nada demasiado temprano y mucho menos demasiado tarde. Me tomaba tranquilo mi café, procurando despertar partes del cuerpo que aún no sabía al final del día me dolerían de esa manera y entonces sucedió. Me miró con sus hermosos ojos fijos –sé, que cuando me mira de esa forma no hay nada que hacer que no sea lo que ella desea, ni sitio donde ir que no sea su mundo. Así que de más está decir que acepté. Jugamos a que hoy somos otras personas, tenemos otros talentos y también nuestra sombra es diferente, nuestros miedos y lo más terrible de nosotros es distinto, intenso, extraordinario y en este juego todo está permitido. Jugamos a escribir historias. Ambos amamos escribir y nos leemos desde la más vacía de las frases hasta el más complejo tratado, sólo por el deseo de compartirnos, de sentirnos en algo tan puro como nuestras mismas letras en blanco y negro. La amo, eso es lo único real en éste nuestro juego. Eso, las hojas blancas y el Arial 11 que acordamos como nuestras piezas y tablero.
Abro los ojos y no entiendo nada. Al primer movimiento percibo intensamente el dolor y un penetrante aroma a tierra, combustible y sangre. Respiro y me lacero cada célula con la inhalación, no articulo palabra, ni idea alguna. Finalmente mis ojos se acostumbran a la oscuridad y al ardor y puedo ver el asfalto, un poco de césped finamente podado como el de mi jardín, la parte trasera de un auto –vaya! La defensa trasera está a la altura de mi rostro al enderezar mi cuerpo… reconozco un farol que en este momento no ilumina… hay vidrios en el piso cerca de él, semi sumergidos en un líquido que podría ser cualquier cosa. Pero no es cualquier líquido y lo sé. Sé que en muy poco tiempo sabré todo lo que necesito saber e incluso mucho más que eso. Todo mi consiente despierta mi cuerpo adolorido. Me veo. Veo mis manos, mis brazos, mis piernas, mi torso…todo completamente sucio, roto, adormecido, turbio. Toco mi nuca y llevo mis dedos de nuevo frente a mis ojos…sangre. Un hilo de sangre escurre desde mi cabeza hacia mi cuello. Sé que lo sé. El auto es mío. Vivo en esta calle y ese farol es mi farol. También este silencio y esta oscuridad son mías. La cajuela está abierta ligeramente, me recargo muy despacio y pienso un instante que no recuerdo cómo es que me puse de pie y atisbo una breve sonrisa retorcida; aún en este vacío me río de mí. Ella tiene razón yo no tengo remedio.
Ella.
Bajo la mirada. Sé que lo sé. El cuerpo no está en la cajuela. Ella a veces vive muy intensamente sus historias. Sé que no quiso lastimarme. Sé que en el juego nadie muere y nadie es un villano verdadero. Sé que ella no era Ella sino un personaje. Sé que no intentó matarme. Sé que no me metió en esta cajuela pensando en hacernos daño. Sé que no estaba preparado para jugar tan intensamente y me asusté tanto que mi instinto me llevó a hacer lo necesario para sobrevivir. Sé que no quería lastimarla. Sé que debimos haber jugado algo diferente. Estoy temblando. Sé que en su historia ella era una asesina y yo era el cuerpo en la cajuela. Sé que ella está muerta, en el asfalto de nuestra casa, a un costado del auto.
mhg
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