Y tiene un gran beneficio en serlo. Se queda en silencio inmutable, impasible, frágil y resuelta. No le miente a nadie porque no tiene nada que contar. Y si lo tiene, al menos no puede tentarse a contarlo.
Es el misterio mismo y por eso es tan atractiva. No le miente a nadie, no le cuenta a nadie, no le mira a nadie. Es el silencio mismo vuelto piedra. Si es que eso fuera posible.
Nadie conoce sus secretos. Ni el mar. Ella no es curiosa así que nada la perturba. Ni el silencio. Es perfecta e irreverente. Quizás -en su misterio- un tanto irrelevante.
Sirena es el destino. No puede ser ni hombre ni mujer ni viento. Mucho menos mar.
Es tentación de sal. De arena. De vida. Es la permanencia, la constancia, el tesón y la paciencia. La tormenta, la rabia, la impotencia. Te lo arrebata todo al entregarse por completo a ti. No irá contigo a ninguna parte. Su lección más sabia es la renuncia. Eso la hace poderosa.
Nada la alimenta ni la disminuye, no el tiempo, no el mar, no las miradas, no Tu. No encuentra - ni ofrece- significado en nada. Eso la hace inquietante.
Es predecible y generosa. Te lo arrebata todo al entregarse por competo.
Espléndida justo en aquello que no necesitas, ni deseas.
Espléndida justo en aquello que no necesitas, ni deseas.

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